Pina tiene para toda la Congregación un valor simbólico y afectivo por la humildad y pequeñez de la aldea en la que surgió. Desde allí, el espíritu y el sueño de Gabriel Mariano y Concepción, se encarna en lugares pobres y las Hijas de la Misericordia, en sintonía con ese espíritu, acampamos en los márgenes de los caminos, al lado la humanidad sufriente.
En respuesta a la llamada carismática, vamos allí donde está el dolor y la enfermedad, con el deseo de ser bálsamo y fuente de consuelo para los enfermos y necesitados. Movidas por este imperativo, ya en los primeros años de la Congregación, algunas hermanas viajan a Ceuta (1859) para atender a las víctimas y los enfermos de la contienda bélica; años después, en 1865 y en 1869, asisten con valentía a los contagiados en las epidemias que asolaron la ciudad de Palma (Mallorca). Una de ellas, sor Luquesia, muere contagiada, convirtiéndose en la primera mártir de la misericordia. El ejemplo de las primeras hermanas es fuerza y testimonio a la hora de encarnar nuestra misión en el hoy. De ahí que, en diversas ocasiones, hemos participado en situaciones de emergencia social, acompañando a las personas afectadas por algún desastre natural (Guinea, Honduras, Italia y Haití).
En sintonía con el espíritu universal y misionero de nuestros fundadores, se establecen comunidades en Menorca, Italia, Península, Bolivia, Perú, Estados Unidos y México. En la actualidad, seguimos desempeñando nuestra misión en los ámbitos de la enseñanza, la sanidad y la evangelización:
- Nuestros colegios quieren ser centros que eduquen a personas capaces de construir un mundo más fraterno.
- La atención a las personas con otras capacidades representa para nosotras una prioridad en nuestra misión.
- El cuidado a los enfermos es un campo al que nos seguimos dedicando con ternura.
- La pastoral parroquial significa para nosotras un espacio donde colaboramos y compartimos la fe.
- Colaboramos en proyectos que fijan su atención en nuevas realidades sociales, acompañando el mundo del dolor, el sufrimiento y la soledad.
Las Franciscanas Hijas de la Misericordia, conscientes de las nuevas exigencias de la sociedad actual afrontamos este momento con la mirada y el corazón puestos en el legado de nuestros Fundadores y en nuestras raíces: fuente de la que recibimos la savia, la esperanza y la fuerza para ser testimonios de misericordia.