El capitalismo de la vigilancia funciona solo en internet y la mano de obra somos los usuarios, que de forma gratuita ponemos nuestras vidas privadas al servicio de las tecnológicas.
Nuestros datos personales son la mercancía que se intercambian de manera opaca las empresas: los historiales de navegación y los perfiles en redes sociales son el petróleo del siglo XXI.
El sistema amenaza la privacidad personal porque los términos de uso de las páginas web son engorrosos y no siempre dejan claro lo que implican. Además, las aplicaciones están diseñadas para crear adicción y son una forma de participar en la sociedad, por lo que la mayoría consentimos los términos de manera condicionada.
“Capitalismo de la vigilancia” por la Comisión interfranciscana de Justicia y Paz e integridad de la Creación.