8 de marzo, Día de la Mujer.
Año 1856. Gabriel Mariano Ribas de Pina, llevado por su sintonía con la espiritualidad franciscana y conocedor de primera mano de la realidad social de los pueblos rurales de Mallorca, pobres y sin recursos, logra materializar su deseo: fundar la Congregación de Franciscanas Hijas de la Misericordia. Pero esto no habría sido posible sin el apoyo y la determinación de una mujer con mayúsculas: su hermana Josefa María.
Josefa María, educada por su madre como una joven de la nobleza mallorquina destinada al matrimonio y a dirigir un hogar, con determinación, visión y gran lucidez, decidió tomar otro camino, no propio de las mujeres de su época: entregar su vida a Dios través del servicio a los mas pobres, y en particular a la mujer del campo, olvidada y sin oportunidades. Para ello, emprendió acciones altamente innovadoras para su época, introduciendo nuevos métodos educativos y evangelizadoras que dotaron a las mujeres de herramientas y recursos que les permitieron ser agentes de transformación social.
Como dice Teodor Suau en su libro Una sonrisa, una mirada: “Josefa María con sus decisiones puso de manifiesto su firme personalidad, que sabía pensar por ella misma, y razonar aquello que quería, y ser decidida para encontrar el camino que ella sabía que le convenía”. Las cualidades de una líder, cuyo espíritu sigue vivo, y que ha que ha transformado e inspirado la vida de tantas mujeres desde hace 165 años.