Margalida lleva desde su infancia vinculada con nuestros colegios San Francisco de Asís, en Mallorca, primero como alumna y después como maestra de Educación Infantil. A punto de prejubilarse en el Colegio CSFA de Manacor, ha recogido en un texto lo que ha significado para ella vivir con tanta cercanía el carisma y el trabajo de nuestras Hermanas en su labor social.
«Me llamo Margalida y tengo sesenta y dos años. Toda mi vida ha estado vinculada a las Hermanas Franciscanas Hijas de la Misericordia.
Cuando tenía cuatro años ya iba a preescolar en el colegio de Manacor y después hice allí toda la EGB. Años más tarde, empecé haciendo de asistente en la etapa Infantil, posteriormente me saqué el título de Educadora Infantil y después, gracias a que las Hermanas me animaron, estudié Magisterio.
Mi relación con las Hermanas no solo ha sido a nivel educativo, mi familia siempre les estuvo muy agradecida.
Años atrás, las Hermanas tenían mucho peso en el pueblo y eran muy necesarias, porque llevaban a cabo una labor social y sanitaria muy importante. Iban por las casas cuidando a los enfermos, sin pedir nada a cambio, dando su tiempo y acompañando a las personas. Las familias les hacían pequeñas donaciones de lo que tenían: huevos, aceite, fruta… y ellas siempre lo agradecían con una sonrisa en su rostro.
Cuando yo tenía seis años, mi madre enfermó. Poco tiempo después, mi madrina, que también vivía con nosotros, fue perdiendo sus facultades mentales. Mi madre no podía hacerse cargo de ella sola y mi hermana mayor, que entonces tenía diecisiete años, tuvo que asumir también esa responsabilidad. Los últimos tres meses fueron muy duros ya que la madrina confundía el día con la noche e incluso a veces se ponía violenta.
Estos tres meses, cada día, vino una Hermana a pasar la noche con la madrina para que mi hermana y mi madre pudieran descansar. No falló ninguna noche. De lunes a domingo, venía sobre las diez de la noche y se iba sobre las seis o las siete de la mañana.
Los tiempos y la sociedad han cambiado mucho y las Hermanas han tenido que adaptarse a los nuevos tiempos, no ha sido fácil pero lo han hecho. Han sabido delegar en personas laicas que han sido capaces de mantener su esencia, la huella que han dejado y su legado: altruismo, generosidad, estar al lado de las personas más necesitadas, voluntariado, empatía, mucha discreción, responsabilidad, pobreza, cariño por la naturaleza… Cualidades poco valoradas en este mundo actual y muy necesarias para las personas.
Personalmente todos estos valores franciscanos me han marcado y procuro tenerlos muy presentes en mi día a día, con mis defectos, debilidades y fortalezas, como también tienen, y tenían, las Hermanas. La única persona perfecta fue Jesús de Nazaret.»